Formación de Líderes de futuro para el sector salud

Uno de los desafíos más interesantes y retadores de la Educación Superior en el sector de la salud, tiene que ver con la formación de profesionales con capacidad de Liderazgo, que tengan la competencia de generar las transformaciones del sector a través de la movilización de talentos con alto impacto. Y en ese contexto, conviene cuestionarse por la forma en que las Universidades cumplen con la promesa de valor de formación de Líderes, cuáles estilos de Liderazgo están formando, y cuáles son los Líderes que se requieren para el futuro en dicho sector. Bajo ese panorama, y en función de la vocación de servicio y de impacto en personas y el entorno que se espera de un profesional del área de la salud, se podría decir que el estilo de liderazgo de futuro que más se adapta, se conoce actualmente como el “Liderazgo consciente”, que es un enfoque revolucionario que trasciende los paradigmas tradicionales, basado en la capacidad de generar impacto positivo en las personas, en la preocupación por el bienestar colectivo y el desarrollo personal, todo a través de la conexión con un propósito, valores, creencias, y motivaciones.

Para formar esa nueva generación de Líderes conscientes, se requiere también promover el desarrollo e implementación de modelos educativos de vanguardia, centrados en el autoconocimiento, y en la comprensión profunda de todos los elementos humanos y emocionales que se requieren en la atención y los servicios. Unido a ello, y para conseguir procesos formadores de Líderes conscientes, las Universidades deben también emprender profundas transformaciones de sus estructuras curriculares para centrarse en habilidades relevantes de futuro como la inteligencia emocional, el trabajo colaborativo, la comunicación efectiva, la importancia de cultivar la empatía, la compasión, y la perspectiva del cuidado personal y colectivo. En este tipo de procesos, por ejemplo, la neuroeducación se convierte en insumo esencial de las estrategias pedagógicas, al reconocer que los grandes aprendizajes de la conciencia requieren comprender también cómo funciona el cerebro, y cómo a través de ese conocimiento se pueden generar procesos de autoaprendizaje.

Los beneficios de la formación e implementación en las organizaciones de estos estilos de liderazgo, sobre todo del sector salud, se hacen tangibles con la creación de entornos de trabajo saludables (mental, social, física y emocionalmente) y colaborativos, muy necesarios para el sector, donde todos los profesionales pueden brindar la mejor atención posible al mismo tiempo que fomentan una cultura de aprendizaje continuo, con enfoque de servicio, promoviendo la innovación y mejora permanente de los procesos y mecanismos de trabajo. Así mismo, aplicando enfoques innovadores que se basan en la autoconciencia y en la alineación del propósito personal con el organizacional, otro gran beneficio resulta ser la inspiración y motivación de los equipos de trabajo a alcanzar resultados excepcionales contribuyendo con una causa por la que vale la pena trabajar, al tiempo que contribuyen y colaboran en generar bienestar al reconocer la importancia de la integridad, la ética y la sostenibilidad social.

Con base en lo planteado, aquellos modelos educativos que logren garantizar y transformar sus procesos de aprendizaje bajo enfoques centrados en cultivar habilidades sociales, emocionales y éticas, proporcionando las herramientas necesarias para realizar transformaciones personales significativas, y aplicando los últimos avances en neurociencia para optimizar el proceso de aprendizaje de cada estudiante, lograrán con seguridad maximizar el potencial del aprendizaje significativo y duradero, para formar agentes de cambio positivo en la sociedad. Estos procesos transformadores pueden generar una nueva generación de Líderes conscientes que no solo busca el éxito personal, sino que también se preocupen por el bienestar de los demás y del mundo que lo rodea, y se conviertan en agentes de transformación en sus propias vidas y en la sociedad en general. Las Escuelas de formación deberán entonces trascender sus propios límites de la educación tradicional, para empoderar a sus estudiantes a través de nuevos proyectos con experiencias significativas, que cambien la mentalidad y forma de pensar de los individuos y así abordar los desafíos del mundo real, generando un impacto positivo y duradero.